Cuando el mercado –como paradigma de acción de nuestra
sociedad occidental y lamentablemente de otras tierras de ultramar- está
presente en cada respiro de humanidad, en cada verso del poeta y en cada
política de gobierno, una sospecha sensata, pero a la vez casi esquizofrénica,
es sindicarlo regularmente como causante de todas y cada una de nuestras
desgracias.
¿Qué tiene que ver esto con los terremotos?
Trataré de explicar esta alucinación.