lunes, 22 de agosto de 2011

¿Qué sabe HACER un periodista?



¿Qué sabe hacer un periodista?

Una crisis sistémica define hoy el quehacer en el ámbito del periodismo. Tanto la praxis de la profesión como la docencia en ésta se han visto en la emergencia de corregir el rumbo establecido desde hace más de medio siglo. Las imágenes de antaño basadas principalmente en el oficio del ‘reportero’ se diluyen en torno a un nuevo paradigma de acción que se aleja cada vez más de la dependencia forzosa hacia los mass media. Se hace imperiosa por tanto la voluntad para re definir los alcances del oficio y volver a encantar a los estudiantes en las aulas universitarias. Cuando una disciplina no puede formalizar su propio ámbito de influencias es tiempo de abrir el debate a nuevas competencias.

Palabras claves: Periodismo, comunicación, docencia, paradigma, pensamiento crítico.
Descriptores: Investigación en comunicación. Debate periodístico. Educación superior.
¿QUÉ SABE HACER UN PERIODISTA?


Reflexiones urgentes acerca de los alcances de la profesión.

“Tres hermanos de cariño esquivo volvían luego de muchos años a visitar a su abuela en las afueras de la ciudad. De ellos Ricardo, el mayor, era un flamante ingeniero de obras y aparecía precedido de una fama de querendón a toda prueba. Marcelo, el del medio, traía encima años de periodismo y docencia situación que le observaba más seriedad y mesura que Ricardo. Daniel, el menor, que no era precisamente el más iluminado, llevaba a cuestas una carrera de médico sin especialidad que le mantenía en una amargura constante.
Por esas cosas del destino, las tres almas coincidieron en una visita a aquella mujer vieja y de rasgos amables que deambulaba entre la vida y la muerte como toda una experta.
Luego de llegar los hermanos y tras varios minutos de tocar el timbre de la casa, una figura de mujer antigua se dibujó en el umbral. Al verlos, su alegría fue mayúscula, tanto que, en un desajuste fisiológico de presiones y esas cosas, cayó fulminada al piso como tocada por un rayo. Daniel, no de muy buena gana se acercó al cuerpo apenas jadeante de la abuela y constató pulso y presión, subió sus piernas sobre un cojín de la sala y tras un largo rito, propio de la praxis del médico, logró reanimarla. Es más, le extendió una receta de un formulario que traía siempre consigo, para poder controlar su padecimiento. Feliz, la anciana se incorporó. La praxis del médico, la esencia misma de su profesión, curar y diagnosticar, había dado sus frutos.
Entramos a una pequeña sala, muy pequeña para nosotros, una generación criada con azufre en los pies y que rebaza generosamente el metro ochenta de estatura. Inmediatamente la señora apuntó que visitas así merecían un mejor lugar, con más espacio, pero que no sabía cómo arreglarlo. Ricardo, experto en cálculos ofreció, desarrollando una hoja de papel sobre la mesa, el hermoso diseño de un salón más amplio y de bajo costo para poder extender la amabilidad de la mujer. En unos minutos y basándose en tablas y fórmulas utilizadas con perfecto rigor, logró dar con una lista de materiales y costos entregando además un boceto de la futura ampliación. Eso es lo que hace Ricardo, es su oficio y lo hace muy bien. Tanto que la abuela convencida de lo acertada de su opinión tomó el teléfono y consiguió como por arte de magia un par de maestros de confianza para que le enviaran a la brevedad un presupuesto para la ejecución del proyecto.
La tarde pasó larga y silenciosa para Marcelo. Era el que más amaba a esa señora, pero, ¿Qué podía hacer por ella? Si hablamos de noticias, la mujer con más tiempo que anhelos a su edad, era capaz de devorar cuanto periódico caía en sus manos, los noticieros en televisión eran sagrados y no dejaba de opinar respecto del acontecer nacional e internacional. Era una mujer informada a cabalidad.
Marcelo fue el que más comió. Pasteles y bizcochos humedecidos en un té con aroma a canela y cedrón se perdieron en su boca mientras pensaba con cierto pesar en lo inútil de su visita ¿Qué sabe hacer un Periodista? ¿Cuál es su praxis? ¿Qué lo distingue de los otros profesionales? O peor aún, ¿Qué puede ofrecer a la sociedad?”

No son pocos los estudiantes de pregrado de la carrera de periodismo que diluyen su entusiasmo inicial tras esta lúdica y certera anécdota. Y es algo que no podemos desconocer. El periodismo como se conoce socialmente –basado en un error conceptual que asocia la profesión con la TV y la fama- ha sufrido mutaciones y amputaciones importantes dentro de su rango de acción.

El vértigo que domina a algunos profesionales recién egresados se debe fundamentalmente a que mucho de lo prometido en sus planteles –el famoso plan de estudios- se diluye en la oferta laboral vigente. Peor aún, ciertas competencias antes restrictivas del oficio ya no responden únicamente al ejercicio profesional y son compartidas con otras carreras, oficios y público en general.

Los polémicos cuestionamientos

Quizás el primer gesto en desaparecer del ejercicio profesional, así como en la docencia general, es la capacidad de almacenar y administrar información como algo específico del oficio. De alguna forma es lo que menos se siente como pérdida ya que la labor de memorizar, por aplaudida que sea, no es más que un talento de feria comparado con la condición crítico-reflexiva. Pero volvamos a la información, ¿Podemos ser los dueños de ésta? Difícil. El dominio antes imposible de las nuevas tecnologías deja al usuario común en posibilidad de ‘tener’ toda la información a un solo clic. No necesitamos de un periodista para informarnos, ni de un docente que sepa todo. Una buena conexión a internet corrige la posible dificultad. Si es por ‘cantidad’ y ‘velocidad’ las TIC’s no tienen rival.

Otra expresión clásica asociada a la profesión es su particular lenguaje. Sería privativo de un periodista fabricar notas periodísticas de todo tipo y conocer en su totalidad los gestos estilísticos que la profesión atesora como propios. Sin embargo, esto pierde su peso en la realidad.

Nuevamente nos encontramos con un mundo ligeramente más letrado que el de antaño y que puede adaptar a un ciudadano común a un gesto tan básico y de copia fácil como generar un lead, una crónica, o salvando las distancias y los humores, un reportaje. La educación secundaria se encarga de eso y los estudiantes son evaluados en este lenguaje con anterioridad a la definición profesional futura. No es lo que buscamos.
¡Comunicar! Suena como consigna. Pero su pertinencia no es más que obvia ya que es imposible un estado fuera de esta conducta. Todos comunicamos, no sólo los comunicadores, es una condición sine qua non de los seres humanos y por ende no endosable al periodismo. (Watzlawick, Beavin, Jackson, 1993)
Como toda comunicación refiere un nivel de contenido y otro de relación y es éste último el que define la relación (Watzlawick, Beavin, Jackson, 1993, p.56), es aquí donde el periodista debe intervenir como mandante de una sociedad de necesidades múltiples y con un afán imperioso de representatividad.

¡Reportear! Gritan algunos cayendo en la desesperación. ¡Sólo un periodista puede reportear! Sería ideal creer en esta quimera pero tampoco es algo particular del oficio, es más, con la anuencia de la sociedad y el patrocinio de las tecnologías móviles, el ‘reportero ciudadano’ cubre tanto o más las expectativas de una pauta periodística formal que un único profesional, está en el lugar, no filtra –en la mayoría de las ocasiones-, posee la capacidad técnica de transmisión instantánea y ofrece junto con otros de su clase una mirada amplia y variada de un mismo acontecimiento. Tampoco es exclusivo de los periodistas el proceso de reporteo, es más, cada día el periodismo oficial se nutre de reporteros improvisados para generar contenidos.

Otras manifestaciones menos complejas del punto de vista intelectual como ser parte de un medio de comunicación, aparecer en TV, leer noticias en Radio o incluso escribir para un medio de prensa, son nichos que han sido tomados por otros profesionales, sean éstos de distintas áreas y que, amparados de un correcto uso del lenguaje -aunque no siempre requisito fundamental- alardean de sus espacios, columnas o insertos en cada uno de estos medios. El reconocimiento del ‘líder de opinión’ desde la experiencia hace que la profesión del periodista no sea la única garantía de validez por sobre una voz popular.

¿Transición o vuelta a las bases?

El valor agregado de un periodista se ha tratado de definir siempre en las fronteras de su ejercicio, en la materialización de su trabajo, quizás en la forma en que se presenta ante una sociedad cada vez más desconfiada y de estímulo tardío. Pero de tanto andar hemos perdido el centro, mejor dicho, hemos extraviado la esencia que nos define como profesionales, esa que no está en la repetición ad infinitum de plantillas de escritura, en la manera de vocalizar las noticias entregándole una rítmica propia de principios del siglo pasado y que no muestra nada más que obsolescencia. No está en ser parte de los famosos mass media, ya que eso es confundir periodismo con quienes trabajan en un medio de comunicación, lo primero es profesión y lo segundo es una circunstancia.

Definitivamente la imagen social de la disciplina se esconde tras la fachada del acontecer noticioso, porque ahí es dónde se necesita el control. Hechos azarosos utilizados cual metonimia exquisitamente elegida para reforzar la editorial o la ideología de turno son la expresión más elemental –pero a todas luces poderosa- de la disciplina, por tanto “se escoge una parte de la ‘realidad’ para que represente el todo” (Fiske, 1984, p.79) haciendo de este gesto acordado, el basamento de la actividad de los mass media.

Sin duda –y por suerte- hay otras opciones relevantes y que revisten un mayor nivel de complejidad, esas opciones son las que nos hacen preguntarnos acerca de cuál es nuestra oferta como profesionales. Opciones que trabajan más a nivel de connotación que de la denotación actuando como la parte ‘humana’ del proceso (1984, p.74).
El tiempo y los recuerdos del pasado sólo revisten las bases históricas de la disciplina pero no su praxis contemporánea. La forma correcta da paso a la sospecha, la sospecha bien fundada se encumbra como soporte del pensamiento crítico y este re define la actividad.
Debemos responder con sinceridad y responsabilidad.

Terra incognitam

¿Qué significa ser periodista hoy? ¿Cuál es el matiz en el ejercicio de la razón que lo hace imprescindible? Más allá de la popularidad efímera que entrega un buen nivel de contactos o un status gratuito ¿Dónde aparece la praxis de esta hermosa disciplina? Nos internamos en una tierra con parajes todavía vírgenes.
Para comenzar -como en todo gran comienzo- necesitamos un verbo, una acción, el motor básico que la profesión ha extraviado. En el modo indicativo, el ingeniero calcula, el médico diagnostica y cura, el profesor -que antes sólo enseñaba- hoy guía. Hablando de lo específico, de aquello que justifica incluso nuestro aporte social, nuestra búsqueda debe centrarse en el verbo rector de la actividad. La apuesta está en la sospecha de que no existe sólo uno, pero la multiplicidad de acciones lleva como componente transversal a la razón.

Un periodista del siglo XXI es un asesor y aunque nunca fue tan independiente de ciertos grupos de influencia, hoy por hoy gestiona su participación desde su liderazgo de opinión, fomentando atracción a su manera particular de pensamiento haciendo uso de todas las plataformas existentes. Un periodista tiene como base radical la opinión por sobre cualquier otra postura y con esta herramienta se infiltra –quizás una vuelta de mano luego de que su profesión fuera infiltrada hasta el cansancio- en cada rincón y estamento social que necesite de un profesional de la argumentación y de una opinión bien fundada ya que como buen rétor debe tener la capacidad de considerar lo decisivo sobre cualquier cosa dada (Aristóteles, 2007).
El objeto de nuestra disciplina no se refiere a un género específico, por tanto, debe hacerse cargo de cada una de las manifestaciones de la sociedad con la intención de democratizar el saber y ponerlo al alcance de todos y no sólo de los grupos de poder.

Luego, para no quedarse sólo en un acierto del tipo ‘punto de vista’ –sin fundamentos- nuestra actividad necesita del proceso reflexivo y posteriormente argumental respecto de cada una de las interrogantes que le plantee la sociedad en la cual está inmerso y hacia la cual dirige todos sus esfuerzos de comprensión y solución. La resolución de conflictos y diferencias basados en el correcto desempeño argumental será una directriz ineluctable del ejercicio profesional ayudando a promover acuerdos en beneficio del conjunto social que participa. Toda diferencia de opinión es sana y forma parte de la esencia propia de la interacción social, mediar, anticipar, resolver y argumentar serán los objetivos a considerar en busca del acuerdo.

Dejar de lado los antiguos lugares comunes del oficio –esos que buscaban impactar desde el absurdo o lo sorpresivo- y poner en movimiento una serie de herramientas de carácter pragmático y dialéctico para fortalecer la proyección de sus ideas en pro de una sociedad con un libre acceso a la opinión bien fundada y de mirada variopinta. (Van Eemeren, Grootendorst, 2002)

Sea en el ámbito que sea, un periodista hoy se distingue de otras profesiones por filosofar en tiempo presente en base a las conductas observadas en su entorno, desarrollando habilidades critico reflexivas y argumentativas para poner su ideas al servicio de todo quien las necesite, usando como vehículo la inmediatez que los medios de hoy ofrecen como un valor asociado a lo que llaman verdad, una verdad que es cada vez menos verosímil ya que obedece a la lectura paradigmática del conjunto de los organismos de control que rigen los medios de comunicación. Como referiría Foucault (2008, p.38) no se estaría en la verdad más que obedeciendo a las reglas de una ‘policía’ discursiva que ahoga cualquier reflexión ajena a la matriz. Nuestra opinión aquí se hace pertinente y necesaria para poner en inflexión el discurso oficial cuando éste se aleje de los conceptos de libertad y respeto.

Un medio de comunicación en sí mismo

Los perfiles de consultor, productor y otras asociaciones se hacen más relevantes en la actualidad. Los medios periodísticos se encargan de la recolección de noticias de manera eficiente, sin embargo es el periodista quien puede darle sentido y pertinencia en el lugar donde ejerce. Sólo un periodista puede decodificar una gran cantidad de actos de comunicación y ponerlos al servicio de quienes buscan ser, más que informados, orientados.

Las referencias que permiten a la gente poder establecer ‘verdades’ y ‘razones’ en nuestras sociedades no son más que la representación de una garantía que rara vez se apoya en teorías que expliquen lo cotidiano. Un ciudadano común suele ser capaz de establecer sus propios argumentos –o parte de ellos- en base a ideas socialmente aceptadas, a veces desde el mito, otras, desde la mera redundancia, situación que lleva a complejos desajustes y controversias inexpugnables. Nuestro aporte es ofrecer una tesis razonable –para cada controversia social- que se infiera de bases fundamentadas y se valide en un apoyo legitimado y oportuno, que nos permita avanzar en ‘tierra firme’, y no sólo sobre las cómodas y frágiles garantías, referencias que no hacen más que mantener un status quo cada vez menos suficiente. (Toulmin, 2007)

Nuestra praxis se asoma como la de un guía, un líder, que no puede esperar a que las cosas ocurran para hacerse cargo, sino que por el contrario, necesita ser certero en un espacio de tiempo reducido anticipando todo tipo de implicancias, pero, y valga mucho este pero, con un grado de reflexión propio de otras disciplinas más atemporales o definitivamente con menos premura en sus resultados.

El llamado se hace imperioso en tiempos de indiferencia y deserción, donde el desarraigo sistemático atenta contra toda forma de razón (Lipovetsky, 2002) y es por tal situación que ciertos fenómenos, muchas veces inexplicables, se imponen en nuestras culturas cuando entre otras aberraciones “el discurso del maestro ha sido desacralizado, banalizado, situado en el mismo plano que los mass media y la enseñanza se ha convertido en una máquina neutralizada por la apatía escolar” (Lipovetsky, 2002, p.39)

De ser funcionarios al servicio de los medios de comunicación pasamos a ser herramientas independientes de opinión y crítica argumentada. Ya no trabajamos para los medios. Somos el medio que coacciona con otros para negociar contenidos. Una unidad crítico-reflexiva que proporciona soluciones y ofrece predicciones respecto del mundo que le toca vivir. Este perfil, que se mueve desde la acción pasiva a la escucha crítica y su consecuente activo que es la opinión argumentada, ofrece un valor agregado a los cada vez más técnicos derroteros profesionales. El periodista no brinda una labor o un trabajo tangible, tampoco un servicio que acaba en una manufactura o una intervención del tipo funcional. Un periodista entrega mucho más, otorga una mirada de preferencia distinta, informada y argumentada que sugiere una serie de implicancias sociales necesarias para entender los procesos culturales de los cuales es un actor destacado. Es por tanto un ideólogo de lo cotidiano que como especialista del lenguaje puede resolver, anticipar y sugerir desde un manejo argumentativo ejemplar, un mundo de posibilidades para la humanidad entera.


Referencias:

Aristóteles. (2007), Retórica, Buenos Aires, Gradifco.
Fiske, John. (1984), Introducción al estudio de la comunicación, Colombia, Norma.
Foucault, M. (2008), El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets.
Lipovetsky, G. (2002), La era del vacío, Barcelona, Anagrama.
Toulmin, S. (2007), Los usos de la argumentación, Barcelona, Península.
Van Eemeren, F; Grootendorst, Rob. (2002), Argumentación, comunicación y falacias: una perspectiva pragma-dialéctica, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile.
Watzlawick, P; Beavin, J y Jackson, D. (1993), Teoría de la comunicación humana, Barcelona, Herder.

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