¿Cuál es el valor agregado del periodismo? O como suelo
recalcar ¿Qué sabe hacer un
periodista?
Edwards no fue la primera. Antes de sus desafortunados
dichos respecto a la delicada sobrevivencia de las personas jubiladas que se
resolvería con “dar trabajo a las personas que hoy día están jubiladas ¡Ahí
tienes la solución!” Se suman una serie de otros eventos desafortunados que son
más constantes que excepcionales en nuestro medio. Recordados son los dichos de
la periodista Cecilia Lagos de TVN respecto de la imposibilidad de que cierto
club deportivo fuera campeón, hasta allí todo bien excepto que ofrece una
analogía para el bronce: "Para los que creían que la UC podía ser campeón
este semestre, era como si alguien en silla de ruedas se parara y ganara los
100 metros planos". En la misma empresa Mónica Pérez saltó a la palestra
tras comparar el incendio de Valparaíso con “un gran asado”. Canal 13 no se
queda atrás con su periodista estrella, Polo Ramírez apuntando que el
presidente electo del Perú “No tiene cara de peruano” y otras imprudencias
similares.
La idea no es proporcionar una colección de ‘chascarros’
periodísticos sino más bien rubricar el hecho de que la ausencia de trabajo y
aprendizaje donde el pensamiento crítico sea central implica, entre otras
cosas, hablar sin pensar, o en el peor de los casos, pensar de forma equívoca.
Acerca de este último punto una gran salvedad. Si el propósito era precisamente
decir tales barbaridades, lo que sería un juicio de valor de mi parte, están en
todo su derecho, no obstante luego deban retractarse. Una estrategia para
mantenerse ‘activo’ en los medios podría ser esa.
El caso es que se nota que no es estratégico, que es
torpeza, que es falta de atención a la realidad, al contexto, que condiciona
una falta de respeto para aquellos que necesitan información de calidad. Es
abusar de su situación de privilegio para ‘descuidar’ la labor informativa que
debe ser a lo menos, impecable.
¿Las causas? Varias. Desde los coletazos que trae la
televisión espectáculo hasta -lo que importa- una escasa preparación en
argumentación y pensamiento crítico. Si no hay un constante ejercicio de
reflexión, análisis y síntesis sobre los hechos es imposible poder dar una
opinión de calidad. Claro, es muy probable que sepan investigar, que sepan
filtrar ‘datos’, que incluso puedan manejar una cámara, un micrófono y la
arquitectura de un blog o página web. Pero ¿Dónde queda el trabajo
reflexivo? Si hablamos de contexto, hablamos de entender el entorno. Si la
discusión vigente en el mundo es acerca de la integración de minorías y evitar
la xenofobia, por ejemplo, ¿Es muy difícil entender que comentarios que
relacionan cualidades de liderazgo con razas es inapropiado? Si nos fijamos en
lo sustantivo, en el sentido de las cosas ¿Es muy difícil entender que un
incendio que cobró la vida de muchos connacionales no debe ser comparado con
una fiesta? Y qué decir del diálogo social permanente respecto del desamparo de
las personas de la tercera edad ¿Pudo no saber una periodista que eso es un
problema que aqueja a gran parte de la población y por tanto sensible a las
opiniones poco empáticas respecto de la solución más adecuada? ¿Es lógico
pensar que la analogía entre 11 hombres completamente sanos y una persona en
silla de ruedas pueda ser correcta en algún universo paralelo?
Para tecnologías de la información hay carreras ya bien
diferenciadas que cubren todo aquello que por error el periodismo quiere
usurpar, ya sea por motivos de mercado o de una convicción ad novitatem absolutamente falaz. El periodismo exhibe su mayor
fragilidad como campo cuando la solución social que ofrece no se distingue de
otras profesiones. Si hay algo que sí podemos ofrecer como profesionales es
pensar de buena forma y llevar esas reflexiones acabadas, que no por mejores
requieren más tiempo que el destinado a un despacho en vivo ya que es una
competencia que luego de desarrollada puede ofrecer claridad en un muy corto
lapso de tiempo. No justifiquemos la torpeza con la instantaneidad de los
medios, es insostenible.
La labor del periodista cada vez es más importante para
todas las comunidades, su labor fiscalizadora y cuestionadora de la realidad lo
mantienen en el centro de la actividad social. Hechos como los descritos con
anterioridad terminan minando la relación, mucha veces tensa y de escasa
credibilidad, con las audiencias y la opinión pública en general. Es tiempo de
entender que el pensamiento de calidad no es un don, es producto de un trabajo
constante y de una voluntad de hacer de nuestra sociedad un mejor lugar para
todos. No olvidemos que pensar también es un ‘hacer’ –quizás el más importante- y eso muchos operadores educacionales,
convenientemente lo han olvidado.
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