viernes, 29 de julio de 2016

Pensar es el ‘hacer’ más importante del periodista.




El caso que pone a Catalina Edwards, periodista de MEGA, fuera del ojo del huracán –ya que este es la zona más tranquila del fenómeno- es precisamente un mal que viene aquejando históricamente la profesión y se acentúa aún más con los ‘nuevos’ enfoques de docencia en la carrera. Las competencias destinadas a la reflexión y el pensamiento crítico, que debieran ser centrales en su preparación académica, son constantemente desplazadas en su importancia y hasta reemplazadas por conocimientos técnicos que no separan la actividad de lo que hace, de forma muy eficiente, un comunicador audiovisual/digital.
¿Cuál es el valor agregado del periodismo? O como suelo recalcar ¿Qué sabe hacer un periodista?

Edwards no fue la primera. Antes de sus desafortunados dichos respecto a la delicada sobrevivencia de las personas jubiladas que se resolvería con “dar trabajo a las personas que hoy día están jubiladas ¡Ahí tienes la solución!” Se suman una serie de otros eventos desafortunados que son más constantes que excepcionales en nuestro medio. Recordados son los dichos de la periodista Cecilia Lagos de TVN respecto de la imposibilidad de que cierto club deportivo fuera campeón, hasta allí todo bien excepto que ofrece una analogía para el bronce: "Para los que creían que la UC podía ser campeón este semestre, era como si alguien en silla de ruedas se parara y ganara los 100 metros planos". En la misma empresa Mónica Pérez saltó a la palestra tras comparar el incendio de Valparaíso con “un gran asado”. Canal 13 no se queda atrás con su periodista estrella, Polo Ramírez apuntando que el presidente electo del Perú “No tiene cara de peruano” y otras imprudencias similares.
La idea no es proporcionar una colección de ‘chascarros’ periodísticos sino más bien rubricar el hecho de que la ausencia de trabajo y aprendizaje donde el pensamiento crítico sea central implica, entre otras cosas, hablar sin pensar, o en el peor de los casos, pensar de forma equívoca. Acerca de este último punto una gran salvedad. Si el propósito era precisamente decir tales barbaridades, lo que sería un juicio de valor de mi parte, están en todo su derecho, no obstante luego deban retractarse. Una estrategia para mantenerse ‘activo’ en los medios podría ser esa.
El caso es que se nota que no es estratégico, que es torpeza, que es falta de atención a la realidad, al contexto, que condiciona una falta de respeto para aquellos que necesitan información de calidad. Es abusar de su situación de privilegio para ‘descuidar’ la labor informativa que debe ser a lo menos, impecable.
¿Las causas? Varias. Desde los coletazos que trae la televisión espectáculo hasta -lo que importa- una escasa preparación en argumentación y pensamiento crítico. Si no hay un constante ejercicio de reflexión, análisis y síntesis sobre los hechos es imposible poder dar una opinión de calidad. Claro, es muy probable que sepan investigar, que sepan filtrar ‘datos’, que incluso puedan manejar una cámara, un micrófono y la arquitectura de un blog o página web. Pero ¿Dónde queda el trabajo reflexivo? Si hablamos de contexto, hablamos de entender el entorno. Si la discusión vigente en el mundo es acerca de la integración de minorías y evitar la xenofobia, por ejemplo, ¿Es muy difícil entender que comentarios que relacionan cualidades de liderazgo con razas es inapropiado? Si nos fijamos en lo sustantivo, en el sentido de las cosas ¿Es muy difícil entender que un incendio que cobró la vida de muchos connacionales no debe ser comparado con una fiesta? Y qué decir del diálogo social permanente respecto del desamparo de las personas de la tercera edad ¿Pudo no saber una periodista que eso es un problema que aqueja a gran parte de la población y por tanto sensible a las opiniones poco empáticas respecto de la solución más adecuada? ¿Es lógico pensar que la analogía entre 11 hombres completamente sanos y una persona en silla de ruedas pueda ser correcta en algún universo paralelo?
Para tecnologías de la información hay carreras ya bien diferenciadas que cubren todo aquello que por error el periodismo quiere usurpar, ya sea por motivos de mercado o de una convicción ad novitatem absolutamente falaz. El periodismo exhibe su mayor fragilidad como campo cuando la solución social que ofrece no se distingue de otras profesiones. Si hay algo que sí podemos ofrecer como profesionales es pensar de buena forma y llevar esas reflexiones acabadas, que no por mejores requieren más tiempo que el destinado a un despacho en vivo ya que es una competencia que luego de desarrollada puede ofrecer claridad en un muy corto lapso de tiempo. No justifiquemos la torpeza con la instantaneidad de los medios, es insostenible.
La labor del periodista cada vez es más importante para todas las comunidades, su labor fiscalizadora y cuestionadora de la realidad lo mantienen en el centro de la actividad social. Hechos como los descritos con anterioridad terminan minando la relación, mucha veces tensa y de escasa credibilidad, con las audiencias y la opinión pública en general. Es tiempo de entender que el pensamiento de calidad no es un don, es producto de un trabajo constante y de una voluntad de hacer de nuestra sociedad un mejor lugar para todos. No olvidemos que pensar también es un ‘hacer’ –quizás el más importante-  y eso muchos operadores educacionales, convenientemente lo han olvidado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

a continuación expláyese y argumente con cierto grado de lucidez...