lunes, 21 de diciembre de 2009

Segunda vuelta: Idealismo v/s Razón

Esto no es una declaración de principios, tampoco un sueño.



Es una reflexión forzosa antes de dar el salto.

¿Es posible traicionar los propios ideales para favorecer los propios ideales?
Una contradicción que merece cierta atención.
El caso eleccionario chileno.

Estratégicamente en un conflicto bélico es posible 'ceder' batallas, con las pérdidas asociadas en vista de ganar una guerra.
En política, casi como en la guerra, es útil ceder, con las públicas repercusiones asociadas -aquí las bajas lamentablemente son sólo estadísticas- para obtener posteriores beneficios.


Los votos perdidos

En estas elecciones -ya enfocados en la odiosa segunda vuelta- nos enfrentamos a un confuso pero interesante juego de poder. Por una parte, la Derecha sale a la caza de los votos 'perdidos' en el experimento Enríquez-Ominami. En este escenario no hay ningún tipo de restricción política. El objetivo es semantizar en aquellos 'confusos' votantes la siempre extraña idea del cambio.
El razonamiento deductivo aplicado es el siguiente:

Si no votaron por Frei en primera vuelta es porque querían un cambio
Nosotros somos el cambio
Gana Piñera


La premisa menor es imposible de probar -no hay praxis comparable- y por ende la conclusión se hace poco probable.

Pero, no todo es lógica formal. Es muy probable que la idea de 'somos el cambio' se defina por contradicción, es decir, como la concertación ha estado regularmente en el poder, los que no han estado son el cambio. Desde el punto de vista formal es cierto. Pero el cambio no es un concepto pasivo, el cambio no está dado sólo por la diferencia, sino por una motivación duramente argumentada y de la cual aún se desconocen sus consecuencias -sí sus dorados orígenes-.

En la otra acera la Izquierda encarnada en el proyecto concertacionista, trabaja en re-enamorar a aquellos que han dejado de sentirse amados por el letargo de la administración de izquierda. Aún cuando la presidenta Bachelet ha podido salir airosa de muchos males globales, la idea del estancamiento terminó por apagar la chispa del matrimonio libertario. Para poder contar con aquellas ovejas descarriadas ya se ha negociado de manera eficiente con los comunistas -cuando todos pensaban que serían un hueso duro de roer-, sin embargo, los votos de los díscolos, siguen siendo difíciles de obtener. Para peor, la imagen del nuevo impulso es precisamente un gastado candidato sin mayor pretensión que el continuismo.

A río revuelto...

En nuestra tradición política hemos sido enfrentados muchas veces a la angustiosa bifurcación de izquierda y derecha, pero nunca tanto como hoy, luego del advenimiento de la democracia la derecha tiene una posibilidad cierta de gobierno por las urnas. Nunca antes los partidarios de la izquierda pusieron en jaque su propia presencia en el gobierno 'castigándolo' con la indiferencia de la primera vuelta.
La suerte está echada.
La posición más cómoda, aunque no menos vertiginosa por lo incierta, es el avance de la Alianza. Sumar los votos de quienes 'castigaron' a la izquierda por su nula capacidad de diálogo con las minorías es el blanco al cual apuntarán todos sus esfuerzos.
La situción de la izquierda es más compleja aún. Debe ofrecer un producto que dejó de venderse hace años. Más aún, debe intentar persuadir a quienes entienden por cambio 'otra cosa' y no ideas realistas.

El desafío o el mal menor

La situación se resolvería de la siguiente forma:
El desafío:
Los votantes no identificados con la izquierda temen al vértigo de la consolidación de un gobierno de derecha y ceden a la presión del 'diablo conocido'.
Los votantes de izquierda que no aceptan haber visto truncada su ilusión de cambio votando por un candidato sin piso y sin ganas de aparecer como los grandes perdedores arrepentidos, derivarían su votación a la Alianza en forma de castigo.

El mal menor:
Los votos díscolos pasarían a la derecha como dándole una oportunidad para demostrar si pueden hacerlo.
Sin un orgullo prominente, la izquierda que no pensó en Frei en una primera vuelta, reconsideraría esta actitud única y exclusivamente ya que de lo contrario -y aquí la famosa bifurcación- ganaría la derecha y no podrían cargar en sus conciencias con tal culpabilidad.

Hermoso dilema

Ante el abismo la gente toma decisiones extrañas, o quizás pragmáticas. Cuando el vértigo que provoca lo desconocido logra controlarse, la razón logra asistir en la reflexión final.

Pase lo que pase, muchos sentiran hormiguear sus estómagos pensando con cierto pesar si han hecho lo correcto.
Confórmense con haber sido razonables.

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