martes, 28 de abril de 2009

Lenguaje periodístico (2)

Lenguaje del miedo


Una de las conductas más propias de nuestro ciudadano medio -incluyo periodistas promedio- es la escasa capacidad de argumentación, ya sea por ignorancia o por pecar de cuidadosos a la hora de emitir un juicio que pueda herir ciertas susceptibilidades.

Pero, a la hora de la verdad y sin ser ilusos, hay ciertas 'susceptibilidades' que la prensa -como todo mecanismo de poder- debe respetar para seguir en el juego. De otra forma, podríamos decir que son 'compromisos' que aunque no rayan en lo ilegal directamente, mantienen un lenguaje atenuado y de reserva en los informativos.

Me permito revisar algunos gestos de lenguaje que acusan de manera implícita un control superior a la razón.


Litotes y eufemismos

La consigna no es callar, tampoco ironizar -se requiere gran capacidad argumental para eso-. La consigna es atenuar, disfrazar, maquillar hasta ocultar los poros de la piel de la razón.
¿La causa?
Los famosos poderes fácticos. Pero:
¿Qué diablos son los poderes fácticos?
En pocas palabras, son todas esas influencias directas y no formales -fuera del aparato de Estado que es el depositario supremo del poder- que afectan las decisiones editoriales de los medios de comunicación.
¿Siempre son malos?
Algunas salvedades.
Poderes fuera de la matriz del Estado en nuestro país -y con capacidad de presión- son: La Iglesia, el empresariado mayor (no el vendedor de sopaipillas) y en menor medida el ejército (cada día más paisano).
Estas entidades superiores tienen el suficiente imperio histórico para 'recomendar' a los medios sobre qué informar y de qué manera.

Pero no todo es censura y no es ninguna atenuación forzosa. Muchas veces, sobre todo en la fantasía democrática, estos poderes operan en la legalidad total. Un auspiciador puede intervenir en lo que se transmite mediante su mención, eso es mercado. La Iglesia puede recomendar en medios de su jurisdicción -aunque hay otros sectores que genuflectan su opinión por acuerdos extra oficiales-, eso es congregación. El ejército puede proclamar su posición respecto a su relación con los civiles, sin tratar de gobernar. El dolo estaría en una especie de monopolio informativo, pero de eso hablaremos más tarde (aquí zafaré para volver a la tesis central, no por miedo).

¿Y el lenguaje?

De cierta forma el periodismo ha enquistado algunas frases tipo que operan pidiendo misericordia y exculpándose antes de emitir un juicio. Porque el Medio tiene alianzas estratégicas con cierta parte del mercado, porque el medio tiene compromisos de fe -y no de razón- o porque el medio tiene una anquilosada relación con el ejército y su papel en una sociedad moderna.

Frases tristes:

"Hay que decirlo"
¿Cuál es el implícito? Hay algo que no hay que decir. ¿Porqué?.
Esta frase se repite a diario en la prensa cuando la situación rebasa los niveles normales de lo que la opinión pública considera correcto. Definitivamente es un remanente, un efecto colateral, de años anteriores de censura abierta. Hoy con la posibilidad de opinión segura, se mira a ambos lados como para cruzar la calle, y luego de tragar saliva se dice: "Hay que decirlo".
Error, colegas y estudiantes! Siempre hay que decirlo, no sólo cuando estoy seguro de mi integridad. Es el motivo último del periodismo.

"Me atrevo a decir"
Cuando opinamos informados, no tenemos que 'envalentonarnos' para emitir un juicio. Lo razonable siempre se impone en una sociedad justa y equilibrada. Es muy probable que esta frase aparezca cada vez que la información nos abandona y se nos hace atractivo el juicio ligero. Si esa es la causa, mejor abstenerse de informar hasta ratificar las fuentes.

"Existe una suerte de..."
¿Es el azar el que regula ciertas acciones?
Sí, puede ser. Pero no es correcto informar en base a la suerte o a la probabilidad. para eso están las estadísticas y el tarot. Esta frase deja 'protegido' al autor en el eufemismo que siempre tiene una posibilidad de salida.
Nuevamente lo correcto sería informar con convicción o explicitar la duda al respecto pero no diluir la responsabilidad en las probabilidades.

"No lo digo yo solamente"
Esta bien que uno busque suficiencia cuantitativa en la opinión para generar una especie de consistencia social. Pero no siempre es necesario ese refuerzo básico. Cuando tenemos capacidad argumental, son las ideas las que se validan per se y no es necesario buscar amigos para que nos defiendan.

"Nada! lo que pasa..."
Aquí esbozo una pequeña sonrisa. Antes de opinar nos anulamos. Nada. Explicarse desde la nada es una misión imposible. Es una negación al consecuente. Una atenuación de la calidad y pertinencia de nuestra opinión. ¿Para qué? Al parecer eso exculpa de cierta forma a quien opina ya que deja de manifiesto que lo suyo es un mero accesorio, es Nada.

Corolario

La lista es inmensa y en ese clima de lidocaína mediática parece que todo el sistema descansa en paz, conectado a un ventilador mecánico pero con vida.

Si nuestra misión es hacer del periodismo una profesión honesta y social la atenuación y la tangencialidad deben quedar fuera de nuestro discurso. No se puede opinar sobre lo que no sabemos, sería un hermoso ejercicio retórico pero carente de impacto y utilidad pública.
Las cosas son y si comprobamos esa existencia la opinión no debe esperar, menos nublarse ante el miedo.
Como decía un amigo radio aficionado "Aquí debes hablar Fuerte y Claro".
El periodismo debe seguir ese consejo.

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